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NORMAN MAILER, EL EPISODIO MÁS OSCURO

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Publicado: 2022-07-23

Por Ybrahim Luna

El 19 de noviembre de 1960 el escritor estadounidense Norman Mailer y su esposa Adele Morales ofrecieron una fiesta en su apartamento de Manhattan que terminó en tragedia. Los acontecimientos fueron investigados hasta la saciedad por la policía y el periodismo; pero no fue hasta 1997, cuando la desafortunada protagonista publicó sus memorias The Last Party: Scenes From My Life whit Norman Mailer (La última fiesta: Escenas de mi vida con Norman Mailer), que se conocieron los definitivos y sombríos detalles.

Aquella fiesta fue planeada por el novelista para lanzar su candidatura a la alcaldía de Nueva York, una idea extravagante como muchas otras que lo acompañaban en las noches de insomnio cuando el whisky y dos o tres pastillas de Seconal -de las que se había vuelto dependiente- no lo ayudaban a dormir.

Norman Mailer, nacido en Nueva Jersey en 1923, de familia judía, y con estudios en Harvard, era venerado por el circuito literario de EE.UU. y el jet-set de Hollywood por su magnífica novela sobre la guerra “Los desnudos y los muertos”, publicada en 1948. Esta obra lo hizo merecedor de una halagadora y temprana comparación con Hemingway y Tolstói por parte de la crítica. No importó que sus obras posteriores como “Costa Bárbara” o “El parque de los ciervos” tuviesen una acogida mediocre, Mailer se sentía con la capacidad suficiente como para emprender una aventura política.

El nombre de soltera de la señora Mailer era Adele Morales. Nació en New York en 1925. Su padre fue un inmigrante peruano que llegó a Estados Unidos de adolescente; y su madre, una ama de casa de ascendencia española. A Adele le gustaba presumir de su belleza morena como una mezcla de bríos gitanos con tristes ojos indígenas. Su heroína secreta era la protagonista de la ópera francesa “Carmen”, una mujer que vivía entre pleitos y amoríos. Adele Morales visitó fugazmente Lima en su adolescencia. En su juventud estudió arte y pintura, y con el tiempo actuación. Sobre su vida familiar relata que veía a un psicólogo y que estaba atrapada entre las permanentes discusiones con una madre acaparadora y un padre machista y “picaflor”. Antes de conocer a Norman Mailer tuvo un romance con un joven e inédito Jack Kerouac, y luego una relación formal con el contratista Edwin Fancher.

Adele y Norman se conocieron en 1951. Ella superaba su decepción amorosa con Fancher, y Norman se estaba separando de su primera esposa, Beatrice Silverman, con quien tenía una hija. Una madrugada, un amigo en común los puso en contacto por teléfono y Norman le leyó un párrafo de la novela “El último magnate” de Scott Fitzgerald para convencerla de ir a una fiesta a pesar de la hora. Adele aceptó y esa misma noche empezaron una relación que sería como una ruleta rusa.

Su amor estuvo marcado por los excesos, desde las fiestas nocturnas y las discusiones, hasta el alcohol, el libertinaje sexual y la marihuana, pero también por la admiración y la ternura como atenuantes. Las infidelidades de Norman eran una constante, las de Adele eran por venganza. Adele describe a Norman como un narcisista de un ego absoluto. Durante su relación se mudaron varias veces y siempre buscaban casas con dos espacios específicos: un estudio donde Norman pudiese escribir sus novelas y un taller para que Adele pintara. Durante una temporada viajaron a México donde descubrieron su pasión por las corridas de toros. De regreso en Estados Unidos, practicaron el intercambio de parejas, también consumieron peyote, asistieron a una fiesta nudista, tuvieron peleas donde él la escupió y ella padeció ataques de pánico. Sin embargo, las crisis terminaban con la derrotada sentencia de Adele: “Oh, Norman, somos dos almas en el purgatorio, pero te quiero”.

En abril de 1954 contrajeron matrimonio. Fue una ceremonia sencilla y el anillo costó apenas trece dólares. Adele Morales pasó a ser la señora Mailer, categoría que intuyó le daría algo de estabilidad emocional a su vida; pero no fue así. Las fiestas nocturnas se multiplicaron, y Norman flirteaba con cuanta mujer se le cruzaba. En ocasiones, Norman se volvía encantador, sobre todo cuando los invitados eran escritores o críticos literarios, pero ya a solas y en confianza se transformaba en “un patán con su típico acento tejano”. Buena parte de la Generación beat estuvo invitada a las fiestas de los Mailer, así como personalidades de la talla de Marlon Brando o Truman Capote.

Durante una de esas veladas, Norman golpeó a Adele en la cara delante de un amigo. En otra oportunidad le dejó un ojo morado cuando los padres de Adele estaban de visita en casa. Incluso la golpeó en el estómago cuando estuvo embarazada. Aunque Norman intentaba demostrar lo contrario, las críticas a sus nuevas novelas lo alteraban. La marihuana y el Bourbon empezaron a ser de uso casi constante, y Adele catalogaba el caso de su esposo como el de “El doctor Jekyll y el malvado Mr. Hyde”. Pero la separación nunca pasó por sus mentes. Tuvieron dos hijas, Danielle en 1957 y Elizabeth en 1959.

A pesar del crecimiento del hogar y las obligaciones, la vida social de los esposos siguió en ascenso. Fueron interminables fiestas donde Adele descubrió en los martinis la puerta al infierno del alcoholismo. Se mudaron nuevamente, tuvieron dos mascotas. La relación estaba muy deteriorada. Norman le confesó que tenía una amante y empezaba a esbozar teorías disparatadas como que “la violencia curaba el cáncer”, que parecían pronosticar un futuro cuadro psicótico.

Regresando a la fiesta de noviembre de 1960 en el apartamento del Upper West Side en Manhattan..., Norman, quien lucía un impecable traje con una camisa de torero que había comprado en México, celebraba y aprovechaba el cumpleaños de un amigo para promocionar su candidatura a la alcaldía de New York. El escritor hizo todas las gestiones para que personalidades influyentes del ambiente político, como los Kennedy, asistiesen al evento; pero al final nadie confirmó. También se le ocurrió invitar a desposeídos y a adictos para darle un “aura popular” a su noche de gala. Como la presentación no cumplió las expectativas, Norman se emborrachó y salió a buscar culpables y a pelearse con quien encontrara en la calle. A las cuatro de la mañana regresó a casa con la camisa rota, ensangrentado y con un ojo hinchado. Adele, cansada de años ego, alcohol, amantes e inestabilidad psicológica, retó a su marido diciéndole: “Aja, toro. Ven, mariquita, ¡dónde están tus cojones!, ¿o te los cortó tu amante?”.

Norman Mailer atacó a su esposa con una navaja de 7 centímetros. La apuñaló en el pecho y en la espalda. Adele recuerda que estaba acompañada de un amigo y de un desconocido hombre negro que aún bebían a esa hora. El amigo desapareció. Solo el hombre negro auxilió a Adele. Ella estaba en el suelo con un vestido que empezaba a empaparse de sangre. El hombre le dijo a Mailer que tenían que llevarla al hospital, pero Norman la pateó en el suelo y le dijo que la dejara que se muriera. El desconocido intervino y se produjo una pelea que terminó con Norman noqueado. El hombre negro bajó a Adele por el ascensor y la dejó en el vestíbulo del edificio habiendo pedido previamente una ambulancia.

Rumbo al hospital, la policía interrogó a la señora Mailer sobre lo sucedido y ella contó que tuvo un accidente con vidrios rotos, pero por la forma de las heridas nadie le creyó. En el hospital, pasó a radiología donde se desmayó. Luego fue derivada al quirófano. La operó un cirujano cardíaco durante seis horas. Se le practicaron incisiones horizontales y verticales de hasta 25 centímetros en la parte izquierda del pecho hasta el estómago. Le descubrieron una hemorragia interna. La primera puñalada había perforado el pericardio y estuvo a milímetros de tocar el músculo del corazón vivo. La herida de la espalda no fue tan grave. Luego de muchas horas, Adele despertó llena de vendajes, tubos y atiborrada de analgésicos. Estuvo tres semanas en cuidados intensivos porque su cuadro se complicó con una pleuresía. Solo la morfina le daba paz.

Durante su recuperación recibió la visita de Norman y de la madre de este con el fin de convencerla de que no cambiase la historia de los vidrios rotos. Los detectives insistieron en los interrogatorios hasta que Adele confesó el intento de homicidio de su marido. Norman fue arrestado y enviado a la unidad psiquiátrica del Hospital Bellevue, donde fue diagnosticado con esquizofrenia paranoide con tendencias violentas, y como un posible candidato a una terapia con electrochoques. Terapia que solo Adele, como esposa, podía autorizar.

Hubo una gran presión social para que ella no arruinara el cerebro y el futuro del brillante escritor, y terminó cediendo e intentando modificar su versión durante el juicio por el ataque. Por su parte, Norman cambió su declaración de inocencia por un cargo menor de asalto en tercer grado, y le impusieron cinco años en libertad condicional.

Los esposos intentaron retomar su relación hasta que Adele descubrió una nueva infidelidad, y, sobre todo, que Norman y su ego agresivo jamás cambiarían. El divorcio se produjo en 1962. Norman Mailer volvió a escribir novelas, tuvo un gran reconocimiento como periodista político, hizo ensayos y ganó dos premios Pulitzer por su narrativa de no ficción. Se casó en cuatro oportunidades más. Fueron seis matrimonios en total en los que tuvo nueve hijos.

Solo en una oportunidad Norman esbozó una disculpa a Adele. Nunca negó los hechos. En una entrevista, el escritor dijo que el acontecimiento fue el resultado de la locura de una década, pero que luego se sintió mejor. En los noventa ella le leyó el borrador de sus memorias The Last Party… antes de publicarlas, y él solo asintió entre triste y amargo.

Norman Mailer murió en 2007 a los 84 años, en New York, de insuficiencia renal. Adele Mailer falleció en 2015 a los 90 años, en New York, víctima de neumonía.


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