Vallejo, poeta y outsider
No es difícil suponer cuál fue la acogida inicial que tuvo la poesía de César Vallejo cuando el medio “intelectual” estaba dominado por una pequeña corte de conservadores limeños, muy encasillados y poco prestos a la emancipación artística.
En aquel entonces (1917) todo debía pasar por el tamiz de lo clásico y no alterar las convenciones de fondo y forma. Todo lo que no encajara sería una clara trasgresión del método, y sobre todo si se agrega el prejuicio socio-cultural, o sea si nos referimos a las posibilidades poéticas de un “provinciano”.
Un provinciano que decidió y necesitó escribir como no se debía: con una absoluta y metafísica libertad peruana.
Vallejo, para encontrarse, tuvo que transgredir las rígidas ideas sobre poesía que dominaban la época, lo que le resultó muy fácil porque, probablemente, ni siquiera pensó en transgredir, sino, simple y llanamente, crear.
Reseñaremos un par de ejemplos de lo que Vallejo tuvo que enfrentar en sus inicios.
Las siguientes notas aparecen en el libro Vallejo - Obra Poética Completa (1974) de Mosca Azul editores, en la parte correspondiente a Apuntes Biográficos sobre César Vallejo por Georgette de Vallejo:
“Vallejo, que se ha aventurado a mandar un poema a la revista limeña Variedades, recibe la siguiente contestación, de la que reproducimos unos párrafos:
- “… Nos remite usted un poema titulado El poeta a su amada, que en verdad le acredita a usted para el acordeón o la ocarina más que para la poesía.
Amada: en esta noche tú te has sacrificado
sobre los dos maderos curvados de mis besos
Amada: y tú me has dicho que Jesús ha llorado
y que hay un viernes santo más dulce que mis besos.
¿A qué diablos llama usted los maderos curvados de sus besos? ¿Cómo hay que entender eso de la crucifixión? …
Hasta el momento de largar a la canasta su mamarracho, no tenemos de usted otra idea sino la de deshonra de la colectividad trujillana, y de que si descubriera su nombre, el vecindario le echaría lazo y lo amarraría en calidad de durmiente en la línea del ferrocarril. . .” (Sic)
Otra muestra fehaciente de este trato discriminatorio e ignorante, es un artículo titulado “La Justicia de Jehová”, firmado por Julio Víctor Pacheco para el diario La Industria de Trujillo, artículo también reseñado en el libro antes citado:
- “Ese hombre (Vallejo), señor, entona himnos a la verde alfalfa, tal vez el instinto arranque de regresivo apetito familiar… asegura con la mayor frescura que “las carretas van arrastrando una emoción de ayuno encadenado”, Quiere también ser panadero y llevar en su corazón un horno… Quiere vivir tocando todas las puertas, y dice que sus huesos son ajenos y que él es un ladrón…”
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¿Podría en la actualidad un escritor novato soportar tal avalancha de crítica tendenciosa?
Pero, contrariamente al efecto menguante que estas “apreciaciones” debieron suscitar en el ánimo de Vallejo, parecieron generar una enérgica motivación en su caudal artístico, y así conseguir que su ser iluminado, parido por un Perú en ciernes, continuase con su incesante productividad y búsqueda personal hasta el fin de sus días. Vallejo fue una bandera única en la poesía latinoamericana, como él no se ha vuelto a izar otra.