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Psicología del fujimorismo y una débil democracia

Al diván del sentido común...

Publicado: 2013-12-01

Escribí esta columna hace ya un buen tiempo, pero lo triste es que poco ha cambiado desde entonces. Ahora que los fujimoristas acusan a todo el mundo de "montesinistas" (válgame Dios) es bueno recordar de qué está hecha una de las ¿ideologías? con más seguidores en nuestro país. ¿Hay una explicación para ello? Una cosa es el fujimorismo como poder político en el Congreso, claro; y otra, es el de a pie, el de la calle o de las redes sociales, por ejemplo.

Aquí se las dejo:

"¿Una sociedad que apoyó masivamente la candidatura de la hija de un ex dictador, cuyo único plan de gobierno consistía en lograr el indulto para su padre, es una sociedad sana? 

Obviamente, no. Entonces, ¿en dónde radica el fracaso de la lucha librada por nuestra frágil democracia?

Se podría recurrir al epítome de siempre, ese de: “los pueblos que no aprenden de sus errores están condenados a repetirlos”.

Pero es que parte de nuestra sociedad no considera, ni consideró, a la dictadura fujimorista como un error. En el mejor de los casos, ‘un error necesario’, un exceso entendible en la lucha contra el terrorismo. Entonces no hay cómo aprender. Recordarán estas otras sentencias: “robó pero hizo obra”, “era un precio a pagar por la pacificación”.

La democracia asegura la libertad de expresión, pero también debe ayudar a comprender los beneficios de la cordura. Aunque suene demagógico. La democracia también debe curar las posiciones extremas. ¿Y es que alguien duda que el fujimorismo como ideología no limita con una sociopatología?

Muchos creyeron que el mejor antídoto sería el mismo Alberto Fujimori durante el Mega-juicio. Ya que, al quedar desmenuzado por las pruebas -a nivel nacional-, muchos de sus seguidores, decepcionados en sus convicciones más personales, desertarían del Club de la Fe Ciega. Pero no fue así.

Algunos seguidores de Fujimori son como los miembros de una iglesia de acento brasileño. Nada los hará cambiar de parecer, porque para de ellos “Fuji” está más allá del bien y el mal, casi al nivel de un guía espiritual o de un santo de estampilla.

¿Cómo se explica esto? Quizá el fervor al fujimorismo sea lo más parecido al valor de la paternidad. Fujimori es como un padre protector, y a un padre no se lo juzga, se lo quiere, simplemente. ¿Autoridad y látigo? Por la misma razón que un niño teme y ama a su padre castigador. ¿Los argumentos?, por ejemplo: “Todos vivíamos en miedo por los coches bomba y apagones, vivíamos en paranoia, y encima las colas y la inflación, Pero llegó el Chino y lo puso todo en su lugar. Puso la mano dura que se necesitaba y eso nos dio la paz. No me importa que haya desaparecidos. El Chino me devolvió la paz, la seguridad, la tranquilidad, y eso nunca lo olvidaré. Y yo soy agradecido(a). Qué me importan los ONG’s caviares o las asociaciones de Derechos Humanos, si el Chino fue el que acabó con el miedo. Yo no quiero que regresen los tiempos del miedo, señor periodista…”

Qué importante resulta en estos casos la educación; y sobre todo, la educación psicológica de un pueblo que crece transmitiendo algunos de sus valores más retorcidos. La democracia debe demostrar que puede curar las heridas y ambivalencias de todos los sectores. Quizá el proceso de transición fue muy rápido y la sociedad -en pleno- no tuvo tiempo de echarse debidamente en el diván o no lo quiso hacer porque no lo creía necesario. Pero sí que le hace falta. Nos hace falta.

Hay un plan, aún pendiente –tambaleante-, de reparaciones civiles a los afectados por el conflicto armado interno. Y quizá deba existir un plan de reparación psicológica que abarque todos los sectores. El pueblo no pudo curarse tan rápido de todos sus desgarros. Y así como es necesario que la sociedad supere el dolor de la violencia infligida por los nefastos grupos terroristas, también es necesario que mucha gente comprenda que los desaparecidos no son un saldo a favor del progreso, y que Fujimori nunca fue el Mesías que creyeron; mucho menos lo será su hija".


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